sábado, 25 de octubre de 2008

Sparrow de Johnnie To: el Hong Kong más poético

Si existe un director que ha demostrado, y demuestra, que no sólo tiene una única receta para el éxito, ese es Johnnie To. Un director que, cual alquimista, combina los elementos necesarios para que una película triunfe en taquilla. To se ha adentrado en el cine más comercial (Heroic Trio), en cine negro más áspero y realista (Election), en la comedia romántica (Needing you), en apuestas más cercanas al cine de autor (Throwdown), e inclusive en comedias con ese humor absurdo disparatado tan característico de Hong Kong (Mad Monk con Stephen Chow)
Pero, quizá, nos faltaba ver a ese To más pícaro y juguetón. Nos faltaba encontrarnos con el Johnnie To más contemplativo y poético, echábamos en falta ese “placer” que nos trae el deleite de una mirada, y esto – con creces- lo ha cumplido con su última película: Sparrow, todo un lujo para los amantes de su cine y de su talento.


No cabe dudas que, con Sparrow, Johnnie To ha hecho la película que quería hacer, o si me lo permiten, la película que le pedía el cuerpo en ese momento. Sparrow es un original ejercicio que se zambulle entre los clásicos americanos (varias escenas parecen estar hechas a la medida de Cary Grant o Grace Kelly), y el musical francés (algunos críticos han dejado ver sus influencias con la película Los paraguas de Cherburgo).
En realidad, el origen de Sparrow nació del deseo conjunto de hacer un musical y una película sobre Hong Kong. De ahí la gran importancia que adquiere la banda sonora y los maravillosos encuadres de su ciudad . Aunque al final la idea del musical no se llevó a cabo la película parece destilar pinceladas musicales durante todo metraje. Los actores se mueven con una gracia especial, y las escenas están hilvanadas como si de coreografías se tratasen.
El propio Johnnie To comento: “...Aunque no hice el musical, la última escena (el duelo final entre carteristas) viene a ser como un número de este género...”

La historia, sencilla y poco profunda, nos narra el día a día de un grupo de “sanos” carteristas, y cómo sus existencias se ven trastocadas cuando aparece en sus vidas una enigmática mujer que les solicita su ayuda.
Una simple excusa, con la que el director se aparta de los ambientes de los bajos fondos hogkoneses, que permite a To virar su mirada hacia el ladrón más picaresco e inocente y olvidarse, durante unos momentos, del Hong Kong regido por la ley de las pistolas, los machetes y el derramamiento de sangre.
Acostumbrados como estamos a ese sombrío y sucio Hong Kong, To nos sorprende con un capricho personal y nos retrata con cariño el lado más poético de su ciudad.
Hong Kong se nos presenta como un poliedro cosmopolita con novísimas arquitecturas, rincones románticos, y magníficas azoteas de cielos claros. Johnnie To nos invita a compartir el sillín de la bicicleta con la que el personaje de Simon Yam (el carismático carterista líder de la banda) comienza la andadura por su ciudad, y en el camino nos vamos deteniendo en sus calles, en sus gentes, y en sus pequeños negocios, y nos vamos seduciendo con sus imágenes y sus sonidos.
Johnnie To nos dice: “... la película es un canto de amor a mi ciudad, y por ello se basa en las idas y venidas por sus callejuelas y sus edificios...”

De esta forma, la cámara sigue a esta pandilla de carteristas como si su trabajo fuese una profesión de culto. El tono de la película nos marca que, no estamos antes meros ladronzuelos, sino ante bribones encantadores, que de alguna manera enlazan con la glorificación del cine del “pícaro carterista”.
Pícaros que, cual gorriones, no pueden estar encerrados y que necesitan volar para empaparse de la belleza que les rodea. Pícaros de buen corazón que no conocen códigos de tríadas y sí valores como: el compañerismo, la amistad, y el honor.
Demos la enhorabuena a ese lado más experimental, más sensitivo y más idílico de Johnnie To, aún a pesar de la sencillez de su trama, en el que el director demuestra todo su amor por su ciudad.
Un cine negro poético, lírico y con toques de comedia que, sin duda alguna, enriquece el panorama del thriller hongkonés.

“...Me apetecía recoger los cambios urbanísticos de Hong Kong. Los nuevos barrios y la persistencia de los viejos. En esta historia no hay sangre, ni muertes, quería hacer algo más...”

3 comentarios:

Chris W. Gray dijo...

De acuerdo, este es mi último comentario por hoy, que tampoco quiero agobiar.

Mientras veía esta película, al menos hasta el pequeño "giro" final, no podía evitar pensar en que era un propio aunto-homenaje, como ya hiciese Woo en "Un ladrón es siempre un ladrón." To, utilizando sus mismas ideas, las transforma [una vez más] en algo original. Sigue habiendo lo mismo [honor, amistad por encima de todo...], pero utilizado de otro modo.

Mención especial para Simon Yam, que le da una elegancia picaresca - como tú bien has escrito - elevandole a niveles de los grandes clásicos del cine americano: Gene Kelly, Sinatra...

Una film genial.



Un beso!

ケンジ dijo...

Me encanta Johnnie To y en particular esta película. En teoria una de sus películas menores a la que le encuentro un 'no se qué' que realmente me llena.

nuria dijo...

Es un lujo comprobar cómo un director como Johnnie To tiene la valentía suficiente para tocar todos los palos.
Para mi también esta película es especial.
Un saludo